Habían pasado varios meses sin saber nada de ti. Un día sin más ni más, nuestra relación se rompió sin mucho que pudiéramos sanar. Todavía hoy me pregunto ¿qué fue lo que nos pasó?, ¿por qué se nos acabó el amor?, ¿qué hicimos mal?, ¿por qué dejamos que sucediera?... Nuestro amor se dio pronto por vencido y nosotros… nosotros no hicimos nada.
No hubo un adiós y mucho menos un fin de la historia. No hubo magos ni hadas, tampoco dragones contra quien luchar y nadie a quien salvar.
Pasaron entonces innumerables soles e infinidad de solitarias lunas. Arribaron nuevos amores pero también así se fueron. Pronto el NO volverme a enamorar se volvió en mi bandera. Ya no esperaba nada, tan solo poder olvidarte algún día y nada más.
Fue entonces que recorrí caminos desde San Juan hasta París, surqué inmensos mares, fui más allá de las fronteras y regresé al mismo lugar donde todo comenzó. Al trabajo cotidiano, al saludo matutino a las personas de siempre, a la misma rutina, a la misma silla y al mismo computador. Mi vida continúa su curso, sin que me importe si soy feliz o infeliz, pero sigo viviendo.
Terminé mi jornada laboral sin ninguna novedad. Cerré mi computadora y me dispuse salir directo a casa. Tomé bolso y paraguas, pues ya se oía caer afuera la lluvia. Salí sin decir adiós, ya nadie quedaba en la oficina. Era tarde y yo seguía ahí, tampoco eso me importaba. Como tampoco me importaba no abrir el paraguas y disfrutar caer la lluvia sobre mi rostro. Y así caminé hacia mi destino… destino que se hizo corto al escuchar esa voz tan familiar justo detrás de mí. Voz que pronto me hizo voltear y verte ahí, parado bajo la lluvia:
- Te estaba esperando, me dijiste.
Dudando que fueras tú, cubrí la lluvia con mi mano y ví cómo con tímidos pasos te fuiste acercando hacia mí. Sentí que el corazón se me salía del pecho y también cómo la helada lluvia recorría todas mis ropas.
Y respondí: “Es a mí…?”.
- Te he estado esperando durante días, meses y años.
- … esperando para decirme adiós?
- No… te sigo esperando para decirte no un adiós, sino un dame otra oportunidad. Tuve miedo, pero ahora temo más el estar sin ti...
No podía creer lo que escuchaba. Pensé, estaré soñando?, era una broma cruel de la vida, del destino, del tiempo… Quedé muda.
- Permíteme llevarte a casa, por favor.
- Y accedí.
Con dificultad llegamos a mi departamento e invitándolo a subir mientras pasara la lluvia. Le ofrecí una toalla y calenté café, detalle que agradeció con una sonrisa. Se me hizo tan familiar aquella situación que sólo pensé en dejarla pasar… y pasó.
Esa noche lluviosa hicimos el amor como nunca lo habíamos tenido, dónde nuestros corazones volvieron a latir al mismo ritmo y nuestros cuerpos pronto se reconocieron como si nunca se hubieran separado. Como si nunca hubieran acariciado otra piel, como si nunca hubieran sido penetrados por otros… y vaya, como si jamás se hubiesen olvidado. Y todavía ahora sigo recordando que no me importó amarte, besarte, acariciarte, mamarte, gozarte y SOÑARTE... sí durante aquella noche.
© domingo, octubre 22, 2006.
No hay comentarios:
Publicar un comentario