Es sábado por la tarde, me encuentro sola en casa sin planes de salir, sin amigos a quien llamar, ni muchas ganas de salir. Heme aquí, vegetando esperando a que suene el maldito teléfono y sea alguien que me sonsaque para ir al antro o tomarme una helada cerveza; pasa el tiempo y el aparato nada que suena. Tomé mi laptop, esperando encontrarme en línea a alguien conocido e invitarlo a salir, pero nadie conectado.
Vagando por la red, entré a uno de esos chats públicos esperando conversar con alguien interesante y dejar que el tiempo pasara. Indecisa por no saber a que sala entrar, decidí comenzar por la sala de sexo, recordando que hacía muchos meses que nadie me toca. Necesitaba una buena dosis de frases sexosas y un poco de humedad en mis pantaletas.
Necesitaba entonces un nick lo suficientemente original para atraer a mis próximos amantes cibernéticos: pensé en un Lolita, Virginia, Golosita, Focksy, etc., varios nombres y ninguno que me convenciera y fue solo que tecleé “La Mustia” esperando a que fuese lo suficientemente original para atrapar a alguien.
Pasaron algunos minutos cuando alguien abrió una ventana privada para conversar con la mustia. Consciente de que se trataba de un intercambio de frases y palabras cachondas, me dispuse a entrar al juego con el que se encontraba el otro lado del monitor, y que por cierto, se identificaba como “El Solitario”, jajaja qué coincidencia pensé, otro que atraviesa por lo mismo que yo.
Con un estúpido “hola” inició la conversación. Por un momento pensé, esto está de hueva, necesito más acción pues se suponía que estaba en una sala de chat donde se habla sin pelos en la lengua, y que en este caso sería sin pelos en las manos, por aquello de la tecleada. Sin mucho ánimo de poder continuar con una conversación sosa… respondí también con otro “hola”…
– el solitario dice: lindo nick.
– la mustia dice: gracias.
– el solitario dice: muy apropiado para la sala.
– la mustia dice: si verdad… ( qué huevaaa, pensé)
– el solitario dice: y de qué sugieres que hablemos?
– la mustia dice: de sexo supongo no? (seguramente del estúpido y afeminado de barney!!!)
– el solitario dice: hace cuanto que no lo tienes?
– la mustia dice: (uthaaa, hasta que agarró la onda este uey!!!) mmmmhh hace mucho.
– el solitario dice: estas sola?
– la mustia dice: solitaria como tu nick, por qué?
– el solitario dice: has tenido sexo con un desconocido?
– la mustia dice: helouuuu, noooo nunca!!
– el solitario dice: te gustaría hacerlo conmigo, ahoraaa?
– la mustia dice: ...... (ohh duda, suena extremadamente tentador, aunque un tanto peligrosooo. Pero, tendría sexoo!!, sexo que desde hace meses lo vengo gritando y deseando como un locaaaa!!! ¿Será que sólo es parte del juego?)
– el solitario dice: piénsalo, te dejo mi número de celular para entonces ponernos de acuerdo…
– la mustia dice: woww… lo pensaré.
Me quedé shockeadaa. Me estaba invitando, un verdadero desconocido a tener una sesión de sexo desmedido, pasión incontrolada, litros y litros de flujos corporales, y piel… ohhhh sí mucha piel!! Pasaron diez minutos… revoloteaban en mi cabecita loca los pros y contras de mi respuesta… Sin pensarlo ni un minuto más, tomé el teléfono de mi tocador y marqué el número… sonandooo, me respondió con una voz deliciosamente varonil: en el bar “El Gato Rojo” en una hora. Y colgó.
Me había colgado el muy idiotaaa, qué le pasa pensé. Pero ahora tenía una cita a ciegas con un tipo totalmente desconocido, solitario y urgido de sexo igual que yo. En friega, me di una ducha, rasuré axilas, piernas y aquellas áreas sensuales que seguramente quedarían a merced para beber de aquellos jugos vaginales. Perfumé todas aquellas zonas erógenas: cuello, lóbulos de las orejas, nuca, pecho, muñecas, antebrazos y un poco en la entrepierna. Elegí una de mis mejores tangas, claro si así se le puede llamar el diminuto triangulito de tela con cordones y que no dejaba nada a la imaginación; y ese sostén que hace ver más, mucho más de lo que verdaderamente hay debajo de mi barbilla. Viéndome al espejo, proseguí a vestirme con lo más corto que encontré, una minifalda y un top fue suficiente. Me puse unas llamativas zapatillas y bolsa al hombro y salí al lugar señalado.
No era difícil dar con el lugar, pues era un bar muy conocido y concurrido, donde lo que sobraba eran mujeres urgidas, hombres cachondos y mucha mucha cerveza y tequila.
Tomé mi auto, y me dirigí sin pensar nada durante el camino; encendí la radio y tarareando la rola, intempestivamente paré el auto y me dije:
“Qué uey!!, y cómo es que lo voy a reconocer si nunca lo dijo”… Uthaaa mad..., he caído redondita!!!
© Jueves, 10 agosto, 2006.
No hay comentarios:
Publicar un comentario